23/12/2008

En estas fechas

Año tras año, cuando llega la Navidad, nos vamos ilusionando con retos de cara al nuevo año, nos ponemos nuevas metas, pedimos nuevos deseos y nos proponemos ser mejores personas, más solidarios, ayudar a quién lo necesita y un largo etcétera que, en muy pocos de los casos, se cumple.

La Navidad es una época bonita, sí, pero se ha banalizado demasiado, tanto, que hasta ha perdido su significado. Y no es que su mensaje religioso y arcaico me guste, pero menos me gusta el mensaje y la imagen comercializados de ahora en el que lo que importa es la cantidad de regalos que des y que, por supuesto, recibas.

Creo que sobra decir que mientras nosotros, los del “primer mundo” nos gastamos cientos y cientos de euros en juguetes, cenas, trajes, zapatos, joyas, fiestas y demás cosas añadidas con el tiempo a la Navidad, los del “tercer mundo” pasan hambre, frío y se mueren de enfermedades terribles que acaban cada día con una cifra espeluznante de personas.



No quiero ser sensacionalista, ni pesimista y, mucho menos, dar lecciones de moral porque, como dice la canción, “siempre supe que es mejor, cuando hay que hablar de dos, empezar por uno mismo” y tengo que aplicarme el cuento yo también, además, porque tampoco soy quién para ello. Lo que sí quiero es que recapacitemos un poco, pero independientemente de que sea Navidad. Si nos paramos en medio de una avenida, en la que la gente corre cargada de bolsas, refugiándose del frío y bajo la luz de las luces, miramos a nuestro alrededor y pensamos un poco en el significado tan frío y frívolo que tiene todo aquello, nos daremos cuenta de que, a lo largo del tiempo no hemos sido otra cosa que marionetas que nos hemos dejado llevar por la publicidad de las grandes superficies y el consumismo navideño.

Da igual la época del año, da igual el día y la hora, da igual el lugar, la estación, el momento y da igual si hay regalos o no. Cualquier momento es bueno para desear lo mejor, pare reunirte con tu familia y amigos y cenar, almorzar, merendar o desayudar, para regalarles lo que te apetezca y cuando te apetezca, sin que te empuje a hacerlo el Carrefour o El Corte Inglés. Cualquier momento puede significar más que cualquier cena de Nochebuena, porque cualquier momento puede pasar y nunca volver; es cierto que nunca sabes cuántos turrones más vamos a poder compartir con nuestra gente, pero ¿no es cierto también que tampoco sabemos cuántos veranos, ni cuántas primaveras, ni cuántos cumpleaños, ni cuántas tardes, ni cuántos amaneceres, ni cuántos días de lluvia nos quedan?



Nunca sabremos cuál va a ser nuestro último suspiro o, peor aún, el de aquellas personas que más necesitamos. Por eso, mi mensaje hoy desde aquí es que, independientemente de las fechas que sean, disfruten el momento, rían, beban, lloren, griten, canten, diviértanse, hablen, discutan, coman, y pásenlo en grande… vivan la vida, siéntanla y disfrútenla.



Cada momento es único e irrepetible entre los momentos y es tan probable que mañana puedas recuperarlo como que no, ¿acaso piensas arriesgarte a dejarlo pasar? Yo no.






¡FELIZ NAVIDAD!

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