06/12/2008

El viaje de vuelta (II)

(...)

Con sus compañeros tenía poca relación y solamente hablaba con alguno que otro, chico, eso sí. Las chicas la envidaban por la implicación que Natalia mostraba en su trabajo, la envidiaban porque la creían perfecta. Un mal día, Carlos, un compañero, decidió ir a la oficina del jefe y proponerle una estrategia basada en un tema de patrocinio que ayudaría a mejorar la imagen de la empresa; propuesta que días antes le había contado Natalia, recibiendo alguna respuesta evasiva y de desaprobación. Al jefe le pareció tan maravillosa que se llevó a cabo en cuestión de días y Carlos se ganó una serie de comisiones. Por supuesto, éste nunca dijo que aquello no había sido idea suya.
Rendida ante lo que llevaba cuatro años soportando, Natalia no mostró interés alguno en reprocharle nada a Carlos, pues no serviría de nada y se limitó a pasar el rato del café de cada día, sola, pensando en lo injusto de la situación, en la falsedad que movía aquella compañía por el libre mercado y lamentaba que, a estas alturas de la película, aún fuera cierto que para que a una mujer se le valore el trabajo tanto como a un hombre, debería de hacer un esfuerzo doble o, incluso, triple. Y pasaban los días y ella se iba en las vueltas que daba el café que cada mañana tomaba, pensando, esperando que algún día todo pudiera cambiar.
Escuchó aquella voz enlatada que se le antojaba familiar, que decía: fin del trayecto, y regresó de sus pensamientos a la realidad. Se puso en pie, abrochó dos botones de su abrigo y se preparó para esquivar lo mejor que pudiese la lluvia que caía del cielo, amenazadora y con toda la fuerza que a ella le faltaba en ese momento. Salió del tranvía y cruzó la calle, se iba refugiando de la lluvia como podía de camino a su casa, donde la esperaría su madre, mujer soltera y que, mucho más infravalorada que ella, luchó por sacarla adelante en otro tiempo en que una mujer no era más que la sombra de un hombre. Cuando llegó al portón de su edificio sacó las llaves e introdujo con acierto y costumbre la que abría la puerta de aluminio; se detuvo por un momento y pensó en su madre, que la esperaba en el cuarto piso, pensó en lo parecidas que eran tanto física como interiormente. Sostuvo la puerta con una mano y volvió su vista al cielo, mirando el agua que caía de las nubes grises que anunciaban tormenta, sabiendo que aquella lluvia que estaba mojando su vida, igualmente, volvería a caer mañana con la misma intensidad.

¡FIN!

1 comment:

Jaime Antonio said...

interesante relato
me gusto la estructura que contenia


cuidateee