08/03/2009

La Ley del Tailón

Algunos países como Irán permiten en su jurisprudencia la aplicación de la Ley del Tailón. Esto viene a ser lo que vulgarmente todos conocemos como el “ojo por ojo y diente por diente”, un sistema arcaico que se aplicaba en antiguas civilizaciones; algo que podría ser una “evolución” del arcaico sistema procesal de la Autoayuda, que existió en los inicios históricos de Roma y que no era otra cosa más que la aplicación de la justicia por la propia mano, para así evitar la desproporcionalidad del castigo. A priori, este sistema parece el más justo de todos, lo que a todos se nos pasaría por la cabeza si algún tipo de desgracia producida con dolo por un tercero nos ocurriera pero, ¿serviría la aplicación de un sistema así en el mundo actual?


Hoy, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, leía en un periódico un fantástico artículo de Alejandro de Bernardo que se titulaba “Una mujer… la mitad que un hombre”, en el que se citaba la famosa historia de Ameneh Bahrami, una mujer que fue quemada con ácido por un compañero de universidad al rechazarlo. Ameneh quedó ciega, calva, parcialmente sorda y desfigurada de por vida. Por la legislación de su país pudo aplicar la citada Ley del Tailón, pero como en las mentalidades de países como Irán una mujer no es más que la mitad de un hombre, la pena que se le aplicará al agresor será la pérdida de la visión de un ojo mediante un ácido y anestesiado previamente. Y yo me río por no llorar ni llegar a comprender cómo, en algunos lugares del mundo, aún siguen ocurriendo cosas así, como si en realidad a esto se le pudiera llamar “justicia”.


Sé que el tema es delicado y que las opiniones sobre sistemas como el que sigue la Ley del Tailón pueden dar lugar a confusión y a largos debates sobre si es justo o no pero, tal vez inconsciente por mi parte, no logro entender a quienes todavía hoy en día dicen que “la justicia iraní nada tiene que envidiar a la de países occidentales” o “si en España se aplicasen condenas similares (…) seguro que no repiten jamás”. En el caso de Ameneh, soy partidario de que si “en su país” pudo aplicar la Ley, se haya hecho uso de la misma, tanto por ella como por otras mujeres que, tal vez, hubieran sufrido agresiones similares si ella hubiera perdonado la conducta de su agresor. Pero, al igual que en otros países, en las culturas occidentales aún queda mucho camino por recorrer en el terreno de la igualdad, en menor medida, lo sé, pero aún queda mucho; y una vuelta atrás como sería que hubiese una “Ley del Tailón” moderna no sería más que una involución y una agresión contra nosotros mismos. En este país no se nos trata a todos iguales; conozco casos de mujeres que trabajando con hombres en la misma empresa y realizando las mismas funciones, cobran un sueldo inferior por estar contratadas con otro rango. Y me atrevo a afirmar que esto es solo el comienzo de una larga lista de injustas y peores desigualdades entre hombres y mujeres que ésta, que ocurren tanto en España como en muchos países.

A pesar de ello y aún sabiendo que no se nos trata a todos de la misma forma, ¿crees que la Ley del Tailón es el fin de la desigualdad y el principio de la justicia total? Yo no.

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