En esta contradicción inevitable entre lo que debió haber sido y lo que es, he librado numerosas batallas mortales, batallas a mordiscos de ellas contra mí -ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-.
Transgrediendo maternos mandamientos desgarro dolorida y a trompicones a las mujeres internas que, desde la infancia me retuercen los ojos porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños, porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable que se enamora como alma en pena de causas justas, hombres hermosos y palabras juguetonas. Porque de adulta me atreví a vivir la niñez vedada e hice el amor sobre escritorios y rompí lazos inviolables y me atreví a gozar el cuerpo sano y sinuoso con el que los genes de todos mis ancestros me dotaron.
No culpo a nadie. No me arrepiento de nada, como dijo Edith Piaf. Pero en los pozos oscuros donde me hundo, impertérritas niñas buenas me circundan y danzan sus canciones infantiles contra mí, contra esta mujer hecha y derecha, plena. Esta mujer de pechos en pecho y caderas anchas que, por mi madre y contra ella, me gusta ser".
Gioconda Belli