Con un café en la mano miro la gente pasar.
Los mismos rostros, los mismos gestos, las mismas expresiones que indican que la rutina también se apodera de sus vidas. Y entonces, es en ese momento, cuando me pregunto si mi vida dista tanto de la de toda aquella gente; me pregunto si en realidad soy tan diferente o, simplemente, uno más entre la multitud. Y me descubro esperándote, imaginándote, creyendo que aparecerás como ya apareciste una vez.
Y no sé ni por qué, porque en realidad solo fuiste una sonrisa, una conversación amable, una cara bonita, un café claro... una coincidencia. Solo fuiste, entre la fealdad de mi situación, un gesto bonito que me hizo falta.
Y puede que ni te acuerdes, que no regreses nunca o que incluso te vayas de aquí, puede que no pienses en aquello ni quieras que se repita. Pero me da igual. Acabaré mi café y, mañana, seguiré imaginando que mi vida es diferente a la de los demás.